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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Misioneros de la esperanza entre los pueblos

El Domingo Mundial de las Misiones, que se celebrará el 19 de octubre, apoya la presencia de la Iglesia en las diócesis misioneras de todo el mundo

Abp. Rozanski

El Domingo Mundial de las Misiones, que se celebrará el 19 de octubre, une a toda la Iglesia en la oración y la generosidad. El tema de este año, «Misioneros de la esperanza entre los pueblos», cobra un significado especial en el Año Jubilar de la Esperanza, inspirándose en las poderosas palabras de san Pablo: «La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Romanos 5,5).

Esa esperanza es urgentemente necesaria en muchos lugares del mundo. En 1,124 diócesis y territorios alrededor del planeta, la Iglesia sigue siendo joven, con frecuencia pobre y a veces perseguida. En esos lugares, la presencia de un misionero —sea sacerdote, religioso o laico— no es solo bienvenida, sino esencial. Ellos llevan no solo los sacramentos y la educación, sino también la presencia sanadora y reconciliadora de Cristo.

La historia de San Luis está profundamente unida al impulso misionero. Mucho antes de que nuestra ciudad fuera llamada la “Roma del Oeste”, misioneros como santa Rosa Filipina Duchesne y el padre Pierre-Jean De Smet se aventuraron en territorios desconocidos para llevar a Cristo a las comunidades indígenas. Viajaron a pie, cruzando ríos y bosques, impulsados por el mismo mandato que sigue guiando a la Iglesia hoy: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones» (Mateo 28,19).

Tenemos el privilegio de continuar esa tradición hoy, no solo como diócesis que alguna vez recibió misioneros, sino ahora también como una que los envía y los apoya. Muchos de nuestros sacerdotes y religiosos han respondido al llamado de servir en el extranjero, y nuestras parroquias siguen siendo generosas en el apoyo a las misiones. Con frecuencia me encuentro con misioneros que nos visitan desde otros países y que expresan su profunda gratitud por la ayuda recibida de los católicos de Misuri —una ayuda que, muchas veces, ha marcado la diferencia entre poder construir una capilla o tener que rechazar fieles, entre poder educar a un niño o verlo volver a la calle.

Nuestro Santo Padre, el papa León XIV, el primer papa nacido en América y un hombre moldeado por décadas de servicio misionero, nos recordó recientemente que «las Obras Misionales Pontificias son el medio principal para despertar la responsabilidad misionera en todos los bautizados». Sus palabras nos invitan a asumir esa responsabilidad misionera no como una tarea ajena, sino como parte esencial de nuestro propio discipulado. Ser católico es ser misionero. Dondequiera que estemos —al otro lado del océano o al otro lado de la calle— estamos llamados a compartir la esperanza de Cristo.

La colecta del Domingo Mundial de las Misiones apoya la presencia de la Iglesia en esas 1,124 diócesis misioneras, sosteniendo a catequistas, construyendo seminarios, proporcionando transporte a los misioneros y ofreciendo alimentos y atención médica a niños y ancianos. A través del Fondo Universal de Solidaridad, sostenido por esta colecta, el Santo Padre puede asegurar que la ayuda llegue a quienes más la necesitan, sin importar la geografía o las circunstancias políticas.

Al mismo tiempo, no debemos olvidar que nosotros, en los Estados Unidos, también somos tierra de misión: ya no en el sentido canónico, pero sí en el espiritual. Nuestros vecindarios, escuelas y comunidades están llenos de personas que buscan sentido, sanación y esperanza. La misma esperanza que apoyamos en otros países es la que estamos llamados a vivir aquí, en nuestro propio hogar, al invitar a otros a conocer a Cristo.

En este Domingo Mundial de las Misiones, los invito a reflexionar:

¿Cómo están siendo ustedes misioneros de la esperanza?

¿Están orando por quienes sirven en lugares difíciles?

¿Están animando a los jóvenes a considerar una vocación misionera?

¿Están dando, incluso con sacrificio, para que el Evangelio siga extendiéndose?

Recordemos: todos formamos parte de la misión de Cristo. Todos somos parte de la Iglesia que lleva esperanza al mundo. Y, con la guía del papa León XIV y la fuerza del Espíritu Santo, seguiremos siendo «Misioneros de la esperanza entre los pueblos».

Que Dios los bendiga por su oración, su generosidad y su corazón misionero.

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