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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | En la tensión de nuestras vidas recibamos a Jesús mas profundamente

Los ejemplos de las Sagradas Escrituras de esta semana resaltan la mezcla de gracia y pecado que todavía está presente en nuestros días

Queridas hermanas y hermanos en Cristo:

San Juan Vianney, cuyo día de fiesta celebramos esta semana (el 4 de agosto), escribió una vez: “Algunos hombres se sumergen tan profundamente en la oración como el pez en el agua, porque se entregan completamente a Dios. No hay división en sus corazones… ¡Que diferentes somos de ellos!”

Realmente admiro a esas personas. ¡Igualmente es cierto que la mayoría de nosotros no tenemos corazones en los que no hay división! Nuestra respuesta a Dios es sí y no; nuestras vidas son una mezcla de gracia y pecado.

Las lecturas de esta semana nos dan algunas normas, porque están llenas de ejemplos de esa división. Y, si los leemos correctamente, ofrecen una gran visión para el proceso de planificación pastoral “Todo lo Hago Nuevo”.

Escucharemos la falsa confianza del profeta Ananías — acerca de que el yugo del Exilio en Babilonia se rompería pronto, que contrasta con la dura verdad expresada por el profeta Jeremías — que el yugo del exilio podría fortalecerse y extenderse. Todos sabemos que la tensión se parece a nuestra propia experiencia: alejarnos de algo difícil porque deseamos que no sea verdad, en lugar de enfrentar la situación difícil con silenciosa valentía. (¡Cualquier persona que alguna vez haya necesitado enfrentar una conversación difícil sabe lo que es eso!)

Escuchamos a Jeremías proclamar las malas noticias del pecado y del exilio, y sabemos lo que se siente al recibir un diagnóstico de esa naturaleza: “Tu herida es incurable, tu lesión es grave; no hay remedio para tu herida, no hay sanación para ti”. Sin embargo, también le hemos escuchado proclamar las buenas nuevas de la misericordia y la recuperación, y sabemos cómo es esa experiencia en nuestros cuerpos y nuestras relaciones: “Reconstruiré las tiendas de Jacob… La ciudad se reedificará sobre la colina, y el palacio se restaurará tal como era”.

Vemos a Pedro caminando sobre el agua porque es un hombre de una gran fe. Y hemos visto como se hundía porque su fe disminuye. ¡Qué bien conocemos esa combinación en nosotros mismos!

Sabemos que Pedro, comisionado por Jesús, como la Roca de la Iglesia debido a la gran percepción espiritual que tenía acerca de Jesús. Vemos que Jesús reprende a Pedro — ¡inclusive lo llama Satanás! — debido a su gran ceguera espiritual con respecto a lo que significaba para Jesús ser el Cristo. ¡Sabemos de esa combinación de percepción y ceguera en nuestras propias vidas!

En todas y cada una de las lecturas de esta semana — bien sea acerca de la historia de Israel o de los episodios de la vida de Pedro — encontramos que podemos reconocer el patrón de esa tensión en nuestras vidas. Esa tensión, entendida correctamente, puede servir como plataforma de lanzamiento para “Todas Las Cosas Nuevas”.

Al encontrar la tensión en nuestras vidas, sabemos que necesitamos sanación. Entonces nos volvemos a Jesús, sin ignorar la tensión, sino precisamente porque estamos conscientes de ella, para recibirlo más profundamente. A menos que lo recibamos profundamente en el medio de nuestro propio quebrantamiento, tenemos poco que ofrecerle al mundo.

Al volvernos hacia el mundo, vemos que la misma tensión se refleja en las vidas de los demás. De manera que salgamos con las Buenas Noticias — no porque nosotros mismos podamos sanar al mundo, sino porque podemos dar testimonio de acuerdo con nuestras propias experiencias ya que hemos encontrado a Aquel que puede sanar nuestro quebrantamiento.

Así que, en la tensión de nuestras propias vidas, recibamos a Jesús más profundamente. Salgamos y demos testimonio con más facilidad al mundo: Jesucristo puede hacer todas las cosas nuevas.

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