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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | El Espíritu Santo es como un compás interno que nos orienta hacia la gracia de Dios

Cuando navegamos por la gracia invisible pero real del Espíritu Santo, nos convertimos verdaderamente a nosotros mismos en Cristo

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

“Nosotros nunca hemos oído que hay un Espíritu Santo”

Es lo que le dijeron a San Pablo los discípulos de Éfeso, cuando él les preguntó si habían recibido al Espíritu Santo. Ellos creían en Jesús, pero solamente conocían el bautismo de Juan. ¡Algo importante estaba faltando en sus vidas!

Algunas veces me pregunto si eso nos describe a muchos de nosotros — no en términos de lo que creemos, sino en términos de como actuamos. ¿Llevamos nuestra vida diaria como “si nunca hubiésemos oído que hay un Espíritu Santo”?

Durante toda la semana, a medida que nos preparamos para Pentecostés, oiremos el “discurso de bienvenida” de Jesús. Durante Su vida terrenal, los discípulos navegaron sus vidas diariamente por la presencia externa, física de Jesús. En la Ascensión, Él deja de estar presente para ellos de esa manera. Cuando Él envía al Espíritu Santo, ellos tendrán que aprender a navegar sus vidas diariamente por la presencia interna, invisible del Espíritu.

Esto es también cierto para nosotros. Y vale la pena reflexionar sobre cómo funciona esa navegación interna.

La mayoría de nosotros estamos tan acostumbrados a utilizar el GPS en nuestros teléfonos y vehículos que hemos olvidado lo que significa navegar utilizando un compás — es un instrumento que, a través de una fuerza invisible pero real, puede señalarnos el verdadero norte. Navegar utilizando un compás es muy parecido a lo que sucede cuando navegamos por nuestra vida diaria llevados por la gracia invisible pero real del Espíritu Santo.

Allí es que nuestro conocimiento de los dones y frutos del Espíritu es realmente importante. Los dones y frutos no son solo una lista abstracta para memorizar — un aro que hay que atravesar en el camino hacia la Confirmación. Los memorizamos porque tienen la intención de ser una herramienta de diagnóstico y de navegación, un compás interno que nos orienta en nuestra vida diaria de acuerdo con la gracia invisible de Dios.

Piense en las obras de la carne que fueron señaladas por San Pablo en Gálatas 5:19-21: “inmoralidad, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odio, rivalidades, discordia, celos, ira, actos egoístas, peleas, divisiones, envidias, borracheras, orgías y otras cosas por el estilo”. Justamente en un nivel humano, esas son buenas herramientas de navegación y diagnóstico. Si nuestra vida está caracterizada por esas cosas, estamos fuera del camino.

Los frutos del Espíritu Santo, que es la lista que anexa después (Gálatas 5: 22-23) son también buenas herramientas de navegación y diagnóstico: “amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, generosidad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí mismo”. Cuando aprendemos a orientar nuestras vidas por esos frutos, estamos dando pasos más allá de la sabiduría humana. Estaremos comenzando a navegar por la gracia invisible e interior del Espíritu Santo. Nosotros podemos — y necesitamos — hacer eso de modo más intencional.

San Cirilo de Jerusalén dice que la obra del Espíritu Santo en cada persona es como el trabajo del agua en diferentes plantas: las ayuda a ser ellas mismas más completas y hermosas. Cuando aprendemos a navegar en nuestras vidas diarias por la gracia real e invisible del Espíritu Santo, nos convertiremos verdaderamente a nosotros mismos en Cristo, cumpliendo los designios de Dios para nuestras vidas, y para enriquecer las vidas de los demás. Si, en lugar de eso, nos conducimos en nuestra vida diaria como “si nunca hubiésemos oído que hay un Espíritu Santo” nos quedaremos navegando por nuestros propios medios — que siempre han hecho, y siempre harán que hagamos un desastre de todas las cosas.

¡Ven, Espíritu Santo

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