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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Como en la parábola del sembrador, somos llamados a difundir la Buena Nueva

La gente recibirá el mensaje de diferentes formas, mientras tanto nosotros estamos libres de la necesidad de dirigir sus respuestas

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

Esta semana leeremos una bella secuencia de los Hechos de los Apóstoles, mientras que caminamos lentamente a través del discurso del Pan de Vida del Evangelio de San Juan. Juntas, estas lecturas nos enseñan algo importante acerca de la proclamación del Evangelio.

Primero oiremos acerca de San Esteban en los Hechos de los Apóstoles. El proclamó la verdad acerca de Jesús, y fue apedreado por eso.

Luego escucharemos acerca de San Felipe. El proclamó la verdad acerca de Jesús, y su proclamación fue recibida con gran alegría.

Finalmente escucharemos acerca de San Pablo y su oposición radical al Evangelio. Luego escucharemos acerca de su conversión después de encontrar a Jesús en el camino hacia Damasco.

Cuando juntamos estos episodios, son una ilustración viviente de la parábola del sembrador. Algunas veces la proclamación del Evangelio se encuentra de plano con un rechazo. Algunas veces es recibida inmediatamente con gran alegría. Y a veces se supera la oposición y eso lleva a la conversión.

El discurso del Pan de Vida en Juan 6 es uno los discursos extensos de los muchos que se encuentran en el Evangelio según San Juan, y no podemos leerlo sin pensar en los demás. En todos ellos, Jesús invita a Sus oyentes a percibir la verdad acerca de Su identidad. Las invitaciones tienen diferentes resultados.

Cuando Jesús habló con la mujer Samaritana en el pozo en Juan 4, ¡hubo mucha discusión con muchas idas y venidas!, pero la mujer Samaritana permanece con Jesús a través de la conversación. Al final se convierte, y lleva a otros a creer.

Cuando Jesús habla con Nicodemo en Juan 3, también hay muchas idas y venidas. Nicodemo sale de la conversación tal como llegó: en la oscuridad. Aun así, la conversación debe haber continuado dando vueltas en la mente y el corazón de Nicodemo porque cuando vuelve a aparecer en Juan 7, está un poco más cerca de Jesús, y cuando aparece en Juan 19, él está completamente convertido. La conversión de la mujer Samaritana fue inmediata. La de Nicodemo fue más lenta.

Cuando Jesús inicia una conversación similar con Poncio Pilato en Juan 18, Pilato simplemente se rehúsa a seguirlo. El rechaza la invitación de Jesús diciendo de manera pasajera: “¿Y qué es la verdad?”

El discurso del Pan de Vida, por su parte, termina en división. Siendo confrontadas con palabras duras, algunas personas permanecen con Jesús y otras se alejan de Él.

Todas estas cosas contienen un punto importante para nuestra reflexión. Nuestro mandato es proclamar el Evangelio — “ir al mundo y anunciar la Buena Nueva”. Nuestro mandato no es salir al mundo y dirigir las reacciones de la gente a la Buena Nueva. Algunas veces gastamos mucho tiempo y energía en lo segundo.

Jesús no trató de dirigir las reacciones de cada uno al Evangelio. El lo proclamó en palabras y obras. La forma en la que las personas respondan a su proclamación depende de ellas. Cuando Jesús dice, al final del discurso del Pan de Vida, “Nadie puede venir a mí a menos que le sea concedido por mi Padre”, parte de lo que Él nos dice es: “Estoy completamente libre de la necesidad de dirigir las reacciones de la gente a esta invitación”. Nosotros también necesitamos poseer esa libertad.

Mientras escuchamos las lecturas de esta semana, que el Señor nos conceda una mayor libertad: libertad para proclamar la Buena Nueva, y libertad de la compulsión de dirigir las reacciones de la gente a ella.

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