Los misterios del rosario nos ayudan a centrarnos en algunos aspectos de la vida de Jesús y en cómo lo compartimos
El 7 de octubre celebramos la fiesta de Nuestra señora del rosario.
Algunas veces se acusa a los católicos de fijar la atención en María en lugar de fijarla en Jesús, y el primer ejemplo es nuestra devoción al rosario. Sin embargo, esa acusación es equivocada, con respecto al rosario en particular, y con respecto a todas las enseñanzas católicas acerca de María. Primero y principal, todo en el rosario es acerca de Jesús. Todos los misterios se centran en algunos aspectos de su vida, y en como compartirlos.
Rezamos el rosario para contemplar la vida de Jesús más profundamente. Y al contemplar la vida de Jesús más profundamente, podemos seguirlo y dejarlo vivir en nosotros más completamente. Si en este proceso pedimos la ayuda de María — ¡y así lo hacemos! — hay una explicación sencilla. A medida que contemplamos la vida de Jesús, y permitimos que su vida crezca en nosotros, crecemos como miembros de su cuerpo. Y a medida que nosotros crecemos en Él, su cuerpo místico — la Iglesia — madura. En el plan de Dios, la tarea de María siempre ha sido nutrir el crecimiento del cuerpo de Cristo: primero su cuerpo físico, y ahora su cuerpo místico.
El plan del Padre es claro: que nos transformemos en hijos en su hijo eterno. Cuanto más le permitimos a Jesús vivir en nosotros, el Padre, cuando mire hacia nosotros, verá un mayor reflejo de su hijo. Esta es la clave de nuestra salvación, y el rosario nos ayuda a hacer eso.
De la misma manera, el papel del Espíritu Santo es claro: es darnos parte de la vida de Jesús. No es posible seguir su ejemplo solo con nuestra fuerza humana. Entonces, el Espíritu Santo nos da su vida como un regalo, para sanar lo que está herido por culpa del pecado y elevar lo que es meramente humano a la vida divina. El rosario nos ayuda a comprender y nutrir el regalo de la vida de Jesús dentro de nosotros.
Nuestras vidas necesitan seguir el modelo de la vida de Jesús. El rosario nos ayuda a medir nuestras propias vidas con relación a ese patrón. Nos ayuda a saber dónde necesitamos decirle al Espíritu un “sí” más profundo, de manera que nuestras vidas encajen en ese modelo de la vida de Jesús con más exactitud. Y este es el gran esfuerzo de nuestras vidas: asemejarnos a su vida en la tierra, de manera que podamos asemejarnos a su vida en el cielo.
San Juan Eudes dijo, “Debemos continuar cumpliendo en nosotros mismos las etapas de la vida de Jesús y sus misterios, y a menudo rogarle que las perfeccione y las realice en nosotros y en toda la Iglesia. La verdad es que no vivimos de acuerdo con el modelo de la vida de Jesús, pero cuando rezamos el Rosario llegamos a un conocimiento más profundo de ese modelo. Esto nos da una herramienta, no solamente para medir nuestras vidas sino también para pedir ayuda cuando no estemos a la altura de las expectativas”.
Recemos el rosario, y permitámosle a María ayudarnos a mantener nuestros ojos fijos en Jesús.
