FRENTE A LA CRUZ | Dejemos que Jesús nos guíe durante la transición
Es tiempo de transición. Mayo se convierte en junio. La primavera se convierte en verano. Los estudiantes se gradúan en la escuela primaria, en la secundaria y en la universidad. Las parroquias de los sacerdotes cambian. Al final del mes, ofreceré mi renuncia al Santo Padre. (Esto es requerido por la Ley Canónica cuando un arzobispo cumple 75 años. Es decisión del Papa cuando acepta la renuncia.)
Las lecturas de esta semana también están llenas de transiciones. San Pablo va desde Troas a Filipo, a Atenas, a Corinto, a Antioquia. María visita a Isabel cuando ambas experimentan la transición al embarazo y a la maternidad.
Aun cuando la temporada litúrgica habla de transición, a medida que pasamos de la resurrección de Jesús a su ascensión, y a Pentecostés, Jesús enfatiza el tema de la transición cuando dice: “Yo vengo del Padre y he venido al mundo. Ahora estoy dejando el mundo y regresando al Padre”.
Las transiciones típicamente producen estrés, y este a menudo lleva a las personas a apartarse unas de otras. Ya que Dios nos hizo para la comunión, debemos preguntarnos: ¿Hay una mejor manera para manejar el estrés de las transiciones, una que no nos separe?
A lo largo de su tratado sobre la Trinidad, San Agustín distingue entre la verdad de una cosa (como por ejemplo una roca) y la verdad de un proceso (por ejemplo, el aprendizaje). Esta distinción nos puede ayudar a manejar nuestras transiciones con una mayor gracia. Las cosas cambian: Una clase se gradúa, un profesor se retira, una escuela se cierra, parroquias se consolidan. Sin embargo, si ponemos atención a los procesos entonces podemos encontrar paz, a pesar de que las cosas cambian.
Los psicológicos conocen que la aflicción implica un proceso. Mientras mejor conocemos este proceso, con más habilidad podemos ayudar a alguien que está sufriendo. Los profesores conocen que el aprendizaje implica un proceso. A medida que conocen mejor este proceso, tienen más habilidad para ayudar a los estudiantes que están estancados. El ministerio de Justicia Criminal ayuda a las personas que salen de prisión. A medida que conocen mejor el proceso de reajuste a la vida fuera de prisión, tienen más habilidades para ayudar a las personas a hacer una transición exitosa.
Algunas escuelas son hábiles para hacer transiciones. Tienen rituales deliberados que ayudan a los estudiantes cuando entran a preescolar o escuela secundaria, o al graduarse de primaria o secundaria. Al prestar atención a este proceso, ellos ayudan a las personas a unirse mientras se saludan y se despiden.
Nos ayuda reflexionar seriamente sobre lo que quiere decir Jesús cuando dice que Él es “el camino, la verdad y la vida”, y cuando dice que Él es “el camino al Padre”. Él no solamente nos dice adónde vamos. Al llamarse a sí mismo “el camino”, nos dice algo acerca del proceso de llegar allí.
También nos ayuda reflexionar profundamente sobre lo que Jesús quiere decir cuando nos dice que el Espíritu Santo “nos guiará a la verdad”. Al decirnos que el Espíritu Santo nos guiará, Él quiere decir que hay un proceso de aprendizaje. Vemos este proceso cuando los apóstoles se reunieron para escucharse unos a otros y debatir acerca de la pregunta de la circuncisión de los gentiles. El Espíritu Santo no solo nos asegura el resultado, sino que guía el proceso.
La vida de fe implica hacer muchas transiciones: Mientras más profundamente le permitimos a Jesús ser nuestro camino, más profundamente permitiremos al Espíritu Santo guiarnos, y nuestras transiciones tendrán mayor gracia. Y mientras más gracia tengamos, más nos encontraremos a nosotros mismos uniéndonos en el medio de los cambios, en lugar de separarnos.