SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Jesús viene a nosotros con toda humildad y nos ofrece Su paz
Nosotros podemos aceptar Su oferta o rechazarla, pero las consecuencias para nuestra salud espiritual son eternas
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Estoy muy consciente del regalo que me dio el Santo Padre este año al asignarme a la Arquidiócesis de San Luis. Más que sus bellas edificaciones (¡y son realmente bellas!), y más que su asombrosa historia (¡y es sorprendente!), cada uno de ustedes es un regalo de Dios para mí esta Navidad. Le agradezco a Dios, y a ustedes, por ese regalo.
El mundo entero parece detenerse en Navidad. Hay un profundo sentido de paz y alegría. Parece posible una vida más profunda y satisfactoria — una en la cual el cielo se acerca a la tierra. Y la fe nos lo dice: ¡eso es exactamente una realidad! Jesús no sólo vino al mundo hace 2000 años. Él también continúa trayendo el cielo a la tierra cada día.
Una de las bellezas de la fe católica es que nos da la oportunidad de experimentar una pequeña Navidad cada semana. Hace dos mil años, con humildad, el cielo vino a la tierra en la forma de un bebé. Cada domingo, con humildad, el cielo viene a la tierra nuevamente en la forma de pan y vino.
Jesús viene a nosotros con toda humildad y nos ofrece Su paz. La pregunta es, ¿lo recibiremos con humildad? La triste realidad es que podemos ignorarlo.
La ley de las realidades físicas — como una piedra o un árbol — es que no podemos ignorarlas. Bueno, podemos tratar de hacerlo, pero hay consecuencias si lo hacemos. ¡Afirman su realidad cuando nos tropezamos con ellas!
La ley de las realidades psicológicas — como la necesidad de pedir disculpas o perdonar — es que podemos ignorarlas, pero también hay consecuencias si lo hacemos. Afirman su realidad en la tormenta que experimentamos dentro de nosotros mismos, y la alienación que experimentamos de los demás. Chocamos con ellas psicológicamente.
Entonces, ¿cuál es la ley de las realidades espirituales? Si observamos la historia bíblica, o nuestra propia cultura, podemos encontrar la respuesta. Las personas pueden pretender que Dios no existe, o que Dios no ha hablado. O, aún creyendo que Dios existe, las personas pueden rechazar el responder con sus vidas, prefiriendo dar todo su tiempo y energía a las cosas mundanas, pero hay consecuencias espirituales. Cuando la gente se aleja de Jesús, caminan hacia la alienación de Dios, y hacia la tristeza, la ira y el desaliento que se producen como resultado. Nosotros podemos verlo en nuestra cultura. Cuando las personas se acercan a Jesús, reciben la paz aún en el medio de las dificultades. Nuestro trabajo es permitir que nuestra cultura sea testigo de la paz que nosotros tenemos.
Si un médico nos ofrece medicinas, y nosotros las rechazamos, hay consecuencias para nuestra salud física. Si un psicólogo nos ofrece consejos, y nosotros no cooperamos, hay consecuencias para nuestra salud emocional y mental. Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo hace 2000 años para ofrecernos la vida eterna. Cada domingo, Él vuelve nuevamente con la misma oferta. Nosotros podemos aceptarla, o rechazarla. Las consecuencias para nuestra salud espiritual son eternas.
En esta Navidad, y en el próximo año, démosle la bienvenida en nuestras vidas al Príncipe de la Paz. Y entonces, ofrezcamos al mundo nuestro testimonio de la paz que recibimos al seguirlo.
¡Feliz Navidad!