SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Considera tus milagros y señales
Las milagrosas obras de las que oímos hablar en las lecturas de esta semana son señales de Jesús obrando dentro de ellas
Queridas hermanas y hermanos en Cristo,
Un tema prominente en las lecturas de las Escrituras esta semana son los “grandes milagros y señales” que se estaban haciendo en la Iglesia antigua.
Esteban “estaba haciendo grandes milagros y señales entre la gente”. La gente puso atención a la predicación de Felipe “cuando lo oyeron y vieron las señales que estaba haciendo”. Pedro sanó a un hombre (Eneas) que había estado confinado a la cama durante ocho años y resucitó a una mujer (Tabita) de entre los muertos.
Sin embargo, lo primordial que debemos tomar de todo esto, no es asombrarnos por los milagros en sí. El punto principal es ayudarnos a ver que suceden, porque la vida de Jesús está obrando dentro de sus discípulos. Los milagros son signos de esa realidad más profunda.
El 25 de abril celebramos la fiesta del evangelista San Marcos. ¿Por qué es importante? Porque la contribución de San Marcos a la Iglesia no fue una gran señal y milagro. Básicamente el grabó y luego arregló la predicación de San Pedro. De ahí viene el Evangelio de Marcos. (Y esa es la razón por la que se considera “apostólico” a pesar de que el propio Marcos no era un apóstol).
Eso puede ser un consuelo cuando miramos nuestras propias vidas y pensamos: “No hay grandes milagros o señales aquí. Siento que mi contribución a la Iglesia es bastante poco glamorosa”. El trabajo de Marcos probablemente también parecía poco glamoroso. ¡Solo estaba grabando y arreglando el material de otra persona! Pero ese trabajo poco glamoroso hizo una contribución duradera a la Iglesia. También el nuestro.
Déjame hacerte esta pregunta: ¿Cuál es la parte más preciosa de tu día, la parte que más esperas, la parte que, si tienes que escoger, es tu primera prioridad, y otras cosas se hacen a un lado para hacer espacio para ello?
Y déjame hacerte esta pregunta de seguimiento: ¿Es tu respuesta la que quieres dar en el momento de tu muerte? ¿Es lo principal que te gustaría que te recordaran en tu funeral? Por ejemplo: “Una cosa de la que Tomas siempre se aseguró: que tenía tiempo para jugar golf”. “Una cosa de la que Susana siempre se aseguró: que su familia siempre tenía que comer”.
Verás, grandes maravillas y señales no son requeridas de nosotros. Lo que se requiere, sin embargo, es que aceptemos y fomentemos la vida de Jesús en nosotros mismos. Y ese es el otro tema importante en las lecturas de esta semana: Jesús nos ofrece su propia vida, vida eterna, en la Eucaristía, y somos libres de aceptar esa vida o rechazarla.
Jesús dice: “No trabajes por alimento que caduca, sino por alimento que perdura para vida eterna”. Esa es una advertencia: ¡Ten cuidado con lo que haces tu principal prioridad en la vida! Asegúrate de que sea algo que dure para siempre.
Jesús también dice: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; Quien coma este pan vivirá para siempre”. Esa es una invitación: Él nos ofrece algo que dura para siempre. Pero Él lo ofrece como una propuesta de matrimonio; somos libres de rechazarlo. Algunos lo hicieron en su propio día. Algunos lo hacen hoy.
Si nos quedamos con Jesús, recibiremos la maravilla más grande de todas: ¡la vida eterna!
La pregunta es: ¿Hacemos de eso la parte más preciosa de nuestras vidas?