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SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Al exaltar a los humildes, Dios devuelve las expectativas del mundo

Ninguna sociedad puede ignorar sus estructuras pecaminosas; necesitamos criticarlas y modificarlas tomando como base el plan de Dios

Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

Comenzamos esta semana leyendo el Evangelio de San Lucas y continuaremos haciéndolo hasta el Adviento.

Uno de los temas clave en el evangelio de Lucas es como el Señor pone las cosas al revés. Por ejemplo, en Su discurso de apertura, Jesús dice que Él ha venido para llevar buenas nuevas a los pobres — no a los ricos — y que Él ha venido por los cautivos, los ciegos y los oprimidos — no por los poderosos. Vemos como Él escogió a los pescadores para cambiar el mundo; recordemos que escogió a los pastores para que escucharan las buenas noticias del nacimiento del Mesías, y que lo proclamarán a los demás. Él visita su ciudad, y recordemos que escogió a Nazaret. Una y otra vez, Dios escoge y exalta a los humildes, poniendo de cabeza las expectativas del mundo.

Y, como si eso no fuera suficiente, Dios toma la ruta más lenta para ejecutar sus planes. El mueve a las personas invitándolas a la conversión en lugar de forzarlas. En la Cruz, Él pone la culpa del pecado sobre Sí mismo, en lugar de hacer a los demás pagar el precio.

Estas lecciones son todas importantes al considerar los pecados en nuestra sociedad. Es muy cierto que, de muchas maneras, es necesario poner las cosas de cabeza. Los humanos son pecadores. Por lo tanto, al construir la cultura y la sociedad, construimos estructuras pecaminosas dentro de ellas. Jesús vino a dar la vuelta al pecado y, como consecuencia, a las estructuras pecaminosas. No podemos negarlo. De hecho, ¡Lucas dirige nuestra atención a eso!

Sin embargo, Lucas también muestra como Jesús da vuelta a las cosas de acuerdo con el plan de Dios, no con los planes humanos. Él nos muestra como Jesús da vuelta a las cosas de acuerdo con los métodos de Dios de una invitación a la conversión, no con los métodos mundanos de la fuerza. Y nos muestra como Jesús purifica al mundo poniendo la culpa del pecado sobre Sí mismo, no echándole la culpa a los demás. En cada punto el plan del Evangelio nos desafía a profundizar más.

Al comienzo de la misión pública de Jesús, de acuerdo con Lucas, los demonios proclaman que Jesús es el Hijo de Dios. Jesús los silencia, sabiendo que la intención de los demonios es confundir a la gente, ¡pero fíjese que usan la verdad para hacerlo!

Esa es una historia de advertencia para nosotros. Hay estructuras pecaminosas en el mundo. Sin embargo, no podemos permitir que la verdad nos confunda. Tal como lo señaló el papa Benedicto XVI en su encíclica “Spe Salvi”, la mayoría de los proyectos utópicos están destinados al fracaso porque no tienen en cuenta la naturaleza humana caída. Ellos ponen todo al revés de acuerdo con los planes humanos caídos, utilizando métodos mundanos, e imponen el precio sobre los demás. El resultado es siempre más caos y opresión.

Ninguna sociedad puede ignorar sus estructuras pecaminosas. Hacer eso es ignorar la evidencia, y ceder la autoridad moral a otros. La única manera de tener autoridad moral es prestar atención a este tema clave del Evangelio de Lucas: reconocer las implicaciones estructurales del pecado, criticarlas de acuerdo con el plan de Dios, y proponer soluciones de acuerdo con los métodos de Dios. Ese es un reto que vale la pena considerar desde ahora hasta el Adviento.

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