FRENTE A LA CRUZ | El padrenuestro nos ayuda a centrarnos en la voluntad de Dios
La oración del Señor, al centrarse en el perdón, nos muestra que el amor es más fuerte que el pecado
Esta semana continuamos con la lectura del sermón de la montaña. Sin embargo, mientras que la semana pasada este se centraba en las bienaventuranzas, esta semana se centra en el padrenuestro.
Hay una manera en la cual cada uno de nosotros debe desarrollar su propio comentario interior sobre lo que significan para nosotros las palabras de esta oración.
Observen que la oración comienza con las palabras “Padre nuestro” y no con las palabras “Padre mío” y sus peticiones de cierre son para todos “nosotros”. El catecismo de la Iglesia católica dirige su atención a este punto, diciendo: “si rezamos el padrenuestro sinceramente, dejaremos atrás el individualismo.” Las experiencias recientes nos han dado una nueva conciencia del hecho de que “estamos en esto todos juntos”. Jesús construyó esa verdad en el padrenuestro desde el principio.
Las primeras tres peticiones — tu nombre, tu reino, tu voluntad — se centran, no en nosotros, sino en Dios. ¡Así es como debe ser! Sin embargo, esa es la lucha diaria de nuestras vidas, ¿no es así? San Agustín dice que el pecado es un asunto torneado dentro de nosotros — una especie de agujero negro espiritual. Jesús vino a restablecer la naturaleza humana a su propia alineación: Él siempre estuvo centrado en la voluntad del Padre. Rezar el padrenuestro puede ayudar a moldear nuestras vidas según el patrón de la vida de Jesús, especialmente si lo hacemos con una profunda conciencia de la forma en que todo se inclina hacia la voluntad de Dios.
Dejando de lado muchas otras cosas, quiero centrarme en un último punto: Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
El catecismo señala: “Esta petición es asombrosa”. San Gregorio de Nisa, en su comentario sobre el padrenuestro, explica por qué. Usualmente, el cristianismo nos dice que necesitamos seguir el ejemplo de Dios. ¡En este caso nos enseña que Dios seguirá nuestro ejemplo!
Curiosamente, esta es la única parte de la oración a la que Jesús regresa, como si supiera que lo necesitamos para reforzar y clarificar el punto. Lo que Él nos dice es, en efecto: la medida con la que mides a los demás es la medida con la cual serás medido. Esto es una advertencia, pero también una invitación.
Como el catecismo señala, “No está en nuestro poder no sentir u olvidar una ofensa”. Afortunadamente eso no es lo que se nos pide. La pregunta clave es: ¿Qué hacemos con el recuerdo y el dolor que nos causan los pecados cometidos contra nosotros?
La práctica actual de los medios nos ofrece una opción: Repetir la ofensa una y otra vez, acompañada de expresiones de indignación. ¡Con frecuencia, ese es nuestro propio enfoque interior! Pero fíjense: Este enfoque no ofrece una solución real psicológica o espiritual. Solo avanzamos cuando otra ofensa toma el lugar de la primera, y el ciclo comienza una y otra vez: un ciclo sin final de ofensa e indignación. Esta es una buena definición del infierno.
El perdón es la alternativa. Sin embargo, no malinterpretemos la naturaleza del perdón. El perdón no impide que el recuerdo del dolor regrese de nuevo. En su lugar, el perdón toma el recuerdo y el dolor como puntos centrales: Se transforman en ocasiones de intercesión, y en una ofrenda interior al Señor. Esto nos ofrece un ciclo completamente diferente: recuerdo y dolor, seguidos por intercesión y ofrenda. Este es el patrón de la verdadera solución.
La forma en la que el mundo enfoca el pecado nos lleva al interminable ciclo causante del infierno y de todas las miserias. El padrenuestro nos ofrece una alternativa. Como dice el catecismo: El perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado.