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FRENTE A LA CRUZ | El corazón de Jesús es un fuego sanador para todos

Lecciones acerca de la purificación que debemos aplicar a nuestras vidas

“No hay nada escondido que no se haga visible, y ningún secreto que no sea conocido y salga a la luz”, Jesús nos lo advirtió. En nuestros días estamos viendo un ejemplo dramático de eso. Muchos secretos han salido a la luz con las revelaciones acerca del Arzobispo Theodore McCarrick y el informe del gran jurado de Pensilvania. Sin duda, no hemos escuchado las últimas revelaciones.

Por una parte, esto es devastador. Al mismo tiempo, es purificador. No hay otro camino para la Iglesia más que esa purificación.

Sin embargo, aunque es un drama que se revela con respecto a la Iglesia institucional, nosotros tenemos que recordar: Dios también nos dio esta advertencia a cada uno de nosotros en forma individual.

Cada uno de nuestros pecados será sacado a la luz tarde o temprano. La pregunta es: ¿Los llevamos ante Jesús voluntariamente ahora, o esperamos hasta que Él los exponga — para nuestra vergüenza — en nuestro juicio?

No escribo esto para desviar las críticas acerca de la Iglesia institucional. Los que cometieron estos pecados y crímenes reciben lo que merecen (y muy a menudo menos de lo que merecen). Como resultado, nuestros obispos necesitan hacer el trabajo duro de supervisar el cambio que es necesario para superar los problemas que han salido a la luz, para eso necesitamos la ayuda de muchos de los laicos.

Así, al observar a otros cosechar lo que han sembrado, tenemos que aplicar la lección a nuestras vidas. Nosotros también tenemos trabajo que hacer.

Las Escrituras nos dicen que hay un tiempo para cada cosa — incluyendo tiempo para destruir, y tiempo para construir (Eclesiastés 3:3). Nos enfrentamos a una monumental tarea de reconstrucción en la Iglesia. Sin embargo, las personas que han sufrido la embestida de desastres en sus casas pueden dar testimonio de lo siguiente: no se puede simplemente poner parches sobre el daño ocurrido. Antes de reconstruir, hay que remover todo lo que está dañado. Los israelitas pasaron 40 años en el desierto, y 50 años en el exilio, simplemente para purificarse.

Le doy la bienvenida a la purificación; por eso invite al fiscal general de Misuri a inspeccionar nuestros archivos y procedimientos relativos a los casos de abuso sexual.

Así como la Iglesia institucional tiene que pasar por un proceso de purificación y reconstrucción, de la misma manera lo tenemos que hacer cada uno de nosotros. San Pablo mencionó este proceso a los corintios cuando les escribió:

“En ese día, el trabajo de cada uno se dará a conocer como realmente es. Ese día habrá fuego para poner a prueba su trabajo y para demostrar la calidad de lo que cada cual ha hecho. Si lo que alguien construyó resiste el fuego, ese constructor recibirá su recompensa. Si su construcción se quema, sufrirá pérdidas; pero él se salvará, como quien escapa del fuego”. (1 Corintios 3: 13-15).

Esto le sucedió a Israel en la antigüedad. Esto ha sucedido en la Iglesia a través de su historia. A medida que esos terribles secretos salen a la luz y la purificación de estos pecados juega un papel en nuestros días, asegurémonos de aplicar estas lecciones en nuestras vidas. Que el corazón de Jesús sea el fuego sanador de cada uno de nosotros individualmente, y de toda la Iglesia en su conjunto.