SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Llamados a llevar, con María, los sufrimientos de los demás
Hay una manera de abrazar el sufrimiento que trae gracia al mundo

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Vivimos en la confluencia de los ríos Misisipi y Misuri. Pocas personas entienden mejor que nosotros el poder de un río —su fuerza tanto para el bien como para la destrucción.
En su libro The Catholic Gentleman, el autor Sam Guzman compara el sufrimiento con la fuerza de un río: puede arrasarnos con su poder destructivo, o puede ser canalizado y aprovechado para el bien.
Hoy pareciera que una avalancha de sufrimiento y dolor se ha desatado sobre el mundo. Qué providencial, entonces, que celebremos esta semana, el 15 de septiembre, la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores.
La muerte de Cristo —¡la muerte de Dios hecho hombre!— desencadenó un torrente de dolor que podría haber abrumado al mundo. Pero ese río de sufrimiento pasó por el corazón de María. Algunos dicen que allí experimentó con mayor intensidad los dolores de dar a luz, convirtiéndose en madre de la Iglesia al pie de la Cruz. Un gran dolor atravesó su corazón; y de esa manera se volvió capaz de acoger el dolor de otros y de ser fuente de consuelo para ellos en medio de sus penas.
María transformó su dolor en ofrenda, en lugar de dejar que se convirtiera en amargura. Y, al hacerlo, su dolor levantó a los demás.
Aquí hay una invitación muy oportuna para nuestros días de tanta tristeza. Siempre hemos sabido, como cristianos, que estamos llamados a llevar en nuestro propio cuerpo la muerte de Jesús (2 Corintios 4,10). Pero como católicos sabemos además algo que el mundo necesita escuchar hoy: que también estamos llamados a llevar, con María, los sufrimientos de los demás. El sufrimiento de Ucrania, de Gaza y de tantos otros lugares en guerra; el sufrimiento de la escuela de la Anunciación en Minneapolis y de tantas comunidades afectadas por la violencia armada; el sufrimiento de la enfermedad física y mental que toca a tantas de nuestras familias. María —Nuestra Señora de los Dolores— nos enseña que existe una manera de cargar con esos dolores, de dejar que el río del sufrimiento atraviese nuestro corazón y, en vez de destruir, se convierta en gracia para el mundo.
Aquí se entiende también por qué el movimiento llamado “transhumanismo” es a la vez bien intencionado, pero finalmente equivocado. Busca atender y aliviar el sufrimiento del mundo. ¡Eso es bueno! Pero intenta hacerlo ofreciendo una vía de escape al sufrimiento y prometiendo la posibilidad de vivir para siempre en este mundo. Y ahí está la tragedia: vivir eternamente en este mundo no es un fin digno para nosotros. Ni siquiera es posible, porque este mundo, al fin y al cabo, también tendrá su final.
El cristianismo, en cambio, también propone atender y aliviar el sufrimiento del mundo. Pero lo hace atravesando el sufrimiento, no esquivándolo. Ese camino a través del sufrimiento nos lleva a la vida eterna en un cielo que nunca se acaba.
Jesús nos mostró cómo vivir nuestro propio sufrimiento. María nos mostró cómo llevar el sufrimiento de los demás. Hoy, el mundo necesita de nuestro testimonio en estas dos maneras de amar.