SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Jesús proclama la verdad con audacia y prudencia
Tomemos los próximos 90 días de lecturas del Evangelio de Lucas para actuar con determinación y paciencia
Queridas hermanas y hermanos en Cristo,
Con el Día del Trabajo esta semana, hacemos la transición, no oficial, del verano al otoño. También hacemos una transición litúrgica esta semana: comenzamos a leer el Evangelio de Lucas, que nos llevará al comienzo del Adviento. Los psicólogos dicen que se necesitan 90 días para establecer un nuevo hábito. Bueno, tenemos los próximos tres meses con el Evangelio de Lucas. Si tuviéramos que escoger algo de Lucas y convertirlo en nuestro enfoque para los próximos 90 días para establecer un nuevo hábito del Evangelio, ¿cuál podría ser?
Podríamos centrar nuestra atención en las grandes parábolas de misericordia que se encuentran solo en Lucas —la oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo perdido (pródigo)— y nos preguntamos: ¿Cómo podemos imitar, más eficazmente, al Dios que busca a los perdidos?
Podríamos centrar nuestra atención en María de la manera en que lo hace Lucas y preguntarnos: ¿Cómo podríamos recibir a Jesús en nuestras almas como María lo recibió en su cuerpo, y cómo podemos sacarlo a la luz en nuestras palabras y hechos como ella le dio a luz de su vientre?
Podríamos enfocarnos en cómo el Evangelio de Lucas está poniendo las expectativas mundanas al revés, y preguntarnos: ¿Qué expectativas mundanas deben ser cambiadas para permitir que el reino brote más rápida y profundamente en nuestras propias vidas?
Todas esas son cosas buenas; ¡Cada uno es digno de 90 días de concentración! Pero me gustaría proponer algo más, algo que surge repetidamente en las lecturas de Lucas de esta semana, algo que el mundo necesita urgentemente y algo en lo que necesitamos mejorar. Es la combinación de audacia y prudencia en la forma en que Jesús da a conocer su identidad al mundo.
Escuchamos acerca de la audacia de Jesús al comienzo de la semana. Él va a Nazaret, y no tiene miedo de decir cosas difíciles en su ciudad natal, cosas que despiertan oposición, cosas que casi lo arrojan de la montaña.
Pero esto es seguido inmediatamente por dos episodios en los que Jesús silencia a los demonios. La redacción es importante: “Pero Él los reprendió y no les permitió hablar porque sabían que Él era el Cristo”. Nótese el matiz: Jesús no los deja hablar a pesar de que lo que están diciendo es verdad. El tiempo es importante, y aún no es el momento adecuado para la declaración abierta de Su identidad.
Finalmente, al final de la semana, escuchamos acerca de la audacia de Jesús nuevamente. En una disputa con los fariseos, después de participar en alguna argumentación rabínica tradicional, Jesús concluye con la audaz declaración: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado”.
Toda la historia de la salvación nos muestra cómo Dios impulsa Su plan tanto con determinación como con paciencia. Jesús, que es Dios encarnado, muestra el mismo patrón: Su proclamación de la verdad es a la vez audaz y prudente.
Eso, creo, es un gran hábito del Evangelio para que aprendamos. Tendemos a quedarnos cortos en uno u otro punto: podemos ser audaces hasta el punto de un celo inmoderado, y podemos ser prudentes hasta el punto de la timidez. Propongo esto: Tomemos los próximos 90 días y estudiemos, en el Evangelio de Lucas, cómo Jesús combina audacia y prudencia en perfecta medida. Entonces, después de haberlo estudiado, tratemos de imitarlo más perfectamente. ¡Eso sería una bendición para nosotros y para el mundo!