SIRVAN AL SEÑOR CON ALEGRÍA | Dios enaltece a los pequeños y humildes
Los santos y las lecturas nos ofrecen un modelo para volver a valorar las cosas pequeñas en nuestra vida.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Aquí va una buena curiosidad bíblica:
¿Quién fue el abuelo paterno de Jesús?
Una de las grandes frases de las lecturas de esta semana está en Colosenses 3: «Su vida está escondida con Cristo en Dios». Dios parece tener predilección por lo escondido y lo pequeño, y lo vemos a lo largo de toda la historia de la salvación. El abuelo paterno de Jesús (es Jacob, por cierto — ver Mateo 1,15-16) es un buen ejemplo.
Este es uno de los temas que aparece cuando celebramos el nacimiento de María el 8 de septiembre. Escuchamos al profeta Miqueas: «Y tú, Belén-Efratá, pequeña para estar entre los clanes de Judá, de ti saldrá para mí aquel que será gobernante en Israel».
En la lógica del mundo, Israel era demasiado pequeño para ser significativo; incluso en la lógica de Israel, Belén era demasiado pequeño para ser importante. Pero Dios enalteció lo pequeño, y lo pequeño se convirtió en una pieza clave para la salvación del mundo. Y así, esta semana celebramos el nacimiento de una niña (considerada insignificante en el mundo antiguo) en Nazaret (considerada insignificante en el judaísmo antiguo).
Como ocurre tantas veces, un hecho de la historia de la salvación se convierte en una lección para nuestra vida: Dios enaltece lo pequeño.
Lo vemos esta semana en la genealogía de Jesús. José tuvo un papel pequeño en el nacimiento de Jesús. ¡Pero ese papel pequeño importa enormemente! Jesús pertenece a la línea davídica gracias a él.
Lo vemos esta semana en la elección de los 12 apóstoles. No eran hombres importantes a los ojos del mundo. Pero se convirtieron en las piedras fundamentales de la Iglesia.
Lo vemos esta semana cuando celebramos la fiesta de San Pedro Claver (9 de septiembre). Él hizo cosas pequeñas por personas esclavizadas: cosas que no importaban a los ojos del mundo, por personas que no importaban a los ojos del mundo. Pero Pedro Claver vio esas cosas pequeñas y a esas personas pequeñas con los ojos de Dios. Al verlas así, su dignidad se elevó ante sus propios ojos. Y ver lo pequeño de esa manera es lo que lo convirtió en santo.
¿Y nosotros? ¿Podríamos aprender a volver a valorar lo pequeño?
¿Por qué debería importar una hora de adoración eucarística? Parece demasiado poco. ¿Por qué debería importar un misterio del Rosario? Parece demasiado poco. ¿Por qué debería importar una lata extra de sopa para la despensa de alimentos? Parece demasiado poco.
En San Luis pensamos en grande, y como estadounidenses, pensamos en grande. ¡Y muchas veces eso es algo bueno! Pero la “economía” de Dios funciona con otro conjunto de reglas. Él elige lo pequeño.
Quizás sea hora de hacer nuestro el Magníficat de María: ver y celebrar cómo Dios enaltece a los humildes, y volver a valorar las cosas pequeñas del mundo y de nuestra vida.