FRENTE A LA CRUZ | La esperanza en Dios aleja los sentimientos que nos abruman
Alguna vez se ha sentido descorazonado o abrumado por algo que tiene que hacer? Si es así, las lecturas de esta semana son para usted. Para comprender por qué, es necesario conocer el contexto de las lecturas.
Esta semana oiremos de Esdras, Ageo y Zacarías. Los tres vivieron y ejercieron su ministerio justo después del exilio a Babilonia- utilicemos el año 520 A.C. como fecha.
El exilio fue desastroso para Israel. Muchos israelitas murieron; la mayoría de los líderes fueron deportados a Babilonia. Perdieron la Tierra Prometida, su soberanía como nación, la realeza davídica, y la ciudad santa de Jerusalén. Y para culminar esto, el templo de Salomón en Jerusalén fue destruido. Pensaron que habían perdido el corazón de su identidad.
El exilio produjo una crisis profunda. Sin embargo, como sucede a menudo, los tiempos difíciles también traen grandes renovaciones en la relación del pueblo con Dios. Y cuando el exilio terminó, fueron enviados de regreso a Jerusalén para reconstruir. En cierta forma, ellos fueron enviados de regreso a reconstruir el templo. Eso fue algo simbólico: ellos iban a reconstruir la nación, comenzando con su corazón.
Cuando regresaron a Jerusalén, sin importar que tan emocionados estaban con la perspectiva de la reconstrucción, estaban abrumados con la magnitud de la tarea. Y sintiéndose abrumados creció su desaliento. El pueblo estaba descorazonado; el proyecto se estancó.
En este contexto hablaron Esdras, Ageo y Zacarías. Trajeron mensajes proféticos que le restituyeron la vida al pueblo. Aun cuando no tendría su antiguo esplendor, el Templo podía ser reconstruido. Aún si no tenían la realeza davídica, podrían mirar hacia adelante hacia el futuro mesiánico. Las cosas serían diferentes, sí — menos gloriosas a nivel humano. Sin embargo, la clave era que Dios iba a morar entre ellos. Por lo tanto, la renovación de su vida política y religiosa podría ser construida sobre bases sólidas. Y, como todos sabemos, el Mesías — el Templo definitivo de la nueva Jerusalén — nacería en Israel en el contexto posterior al exilio.
Esto nos da esperanza en cualquier momento cuando nos enfrentamos con paisajes cambiantes, tanto institucionalmente como iglesia o personalmente como seguidores de Jesús. Quizás nuestras parroquias o nuestras escuelas no lucen de la misma forma que alguna vez lo hicieron. Quizás tenemos que imaginar un nuevo futuro para ellas. Quizás hemos experimentado nuestro “exilio” personal en el trabajo o en la familia o en los sueños de nuestra vida.
Cuando esto sucede, el desánimo es una de las más grandes herramientas del enemigo. Una voz tenue nos susurra: “Tú no puedes reconstruir esto. Si tratas, solo tendrá una sombra de su antigua gloria. Probablemente no vale la pena hacerlo”.
¿Escucharemos esa voz y nos rendiremos, como los israelitas fueron tentados a hacerlo? ¿O escucharemos en su lugar, a aquel que habla el día de hoy como Él habló a través de los profetas hace 2500 años? “La clave es que todavía estoy entre ustedes. Yo estaré contigo. Esto puede parecer algo pequeño, pero Yo seré tu terreno firme. Y eso promete un gran futuro.”
Esdras, Ageo y Zacarias hablaron a la gente que estaba desanimada y tentada a rendirse en la tarea de reconstrucción. Ellos dieron al pueblo de Dios el coraje para empezar desde lo pequeño, y la confianza de que construir sobre terreno solido sería suficiente. Haremos bien de escucharlos otra vez el día de hoy.
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