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FRENTE A LA CRUZ | Condenar el pecado, pero amar al pecador

¿Es posible condenar un pecado en los términos más claros posibles, y sin embargo amar a la persona que comete el pecado?

Al señalar el 45º aniversario de la legalización del aborto en los Estados Unidos, es crucial que respondamos esta pregunta correctamente.

La cultura contemporánea quiere decirnos que no podemos hacer ambas cosas: o aceptamos la persona y respaldamos sus acciones, o la odiamos porque no aprobamos su comportamiento.

Lo que dice la cultura contemporánea es que seguir a Jesús es imposible.

¿Como se aproximaría Jesús al pecado y a los pecadores? El Papa Pablo VI lo explicó de una manera muy simple: Jesús vino para salvar al mundo no para juzgarlo, Él fue muy severo contra el pecado, pero paciente y misericordioso con los pecadores (Humanae Vitae, 29).

Algunas personas piensan que esta combinación de seguridad y paciencia no es posible para nosotros. Solo porque algo es difícil no significa que sea imposible.

San Pablo, por ejemplo, se considera a sí mismo como un pecador y como un objeto de la misericordia de Dios: “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores. Y de ellos yo soy el peor. Por esta misma razón, Dios tuvo misericordia de mí para mostrar que Jesucristo tiene paciencia sin límite hasta con el peor de los pecadores. Él quería que yo fuera un ejemplo para que otros creyeran en Cristo para tener vida eterna”. (1 Tim.1;15-16) San Pablo nos muestra que mientras más nos conocemos como pecadores que hemos recibido misericordia, seremos más sinceros y misericordiosos cuando se trate del pecado de otros.

C.S Lewis se refirió al asunto con memorable claridad en “Mero Cristianismo”: ” Por mucho tiempo pensaba acerca de esto como una distinción tonta y trivial: ¿Cómo podríamos odiar lo que un hombre hace y no odiar al hombre? Pero años más tarde se me ocurrió que había una persona a quien había estado haciéndole esto toda mi vida — a mí mismo. A pesar de mi disgusto por mi propia cobardía o presunción o avaricia, me sigo amando a mí mismo. Nunca había tenido la más mínima dificultad acerca de eso”. Lewis nos mostró que sabemos cómo funciona esta distinción para nosotros mismos y para nuestros pecados. El truco es aprender a aplicarla a los demás y a sus pecados.

Las enseñanzas de la Iglesia y la practica con respecto al aborto son un gran ejemplo acerca de cómo podemos seguir la aproximación de Jesús al pecado y a los pecadores. Por un lado, ofrecemos una fervorosa oposición al aborto, y por el otro, ofrecemos misericordia para aquellos que se han visto envueltos en un aborto. Por una parte, apoyamos las leyes que buscan limitar los abortos; y por la otra, proveemos asistencia material y financiera para ayudar a las madres a cuidar a sus niños, nacidos y no nacidos.

En la fe, sabemos que esto es posible si seguimos la aproximación de Jesús al pecado y a los pecadores. Hoy, 45 años después de Roe vs. Wade, necesitamos hacerlo más que conocerlo. Más deliberadamente que nunca, necesitamos demostrarlo.