FRENTE A LA CRUZ | Nosotros tenemos la misión de atraer las personas a Cristo
En el Cuerpo de Cristo — como en cualquier equipo — no podemos triunfar solos
San Agustín se alejó de la Iglesia cuando era un joven. Con la celebración de su fiesta en esta semana (el 28 de agosto), nos regocijamos de ver en donde finalizó san Agustín después de su conversión. Sin embargo, es un buen momento para reflexionar en como llegó allí y para preguntarnos a nosotros mismos: ¿Cuál es el papel que cada uno de nosotros es llamado a desempeñar para los muchos Agustines que pueblan nuestras vidas?
Santa Mónica, la madre de san Agustín, jugo un papel muy importante en traerlo de vuelta a la Iglesia; sus oraciones fueron cruciales para su conversión. San Ambrosio, su obispo, también tuvo un papel; su ejemplo y sus prédicas fueron esenciales.
El equipo de los santos Mónica y Ambrosio nos recuerda otros grandes equipos que jugaron también papeles complementarios para atraer gente a Cristo- algunas veces durante tiempos de grandes retos para la Iglesia. Algunos de ellos aparecen en las sagradas escrituras: Los santos Pablo, Silvano y Timoteo. Los santos Pedro, Santiago y Juan. Otros aparecen más tarde en la historia de la Iglesia: Los santos Francisco y Clara. Los santos Francisco de Sales y Juana de Chantal. Los santos Teresa de Ávila y Juan de la Cruz.
Los ejemplos de estos “equipos de conversión” elevan ante nosotros dos preguntas: ¿Cuál es nuestro equipo? y ¿cuál es nuestro papel en ese equipo?
El “equipo” es importante porque ninguno de nosotros es llamado a la salvación solo. Por un lado, esto es simplemente un hecho: cuando somos bautizados nos transformamos en miembros del cuerpo de Cristo, no en llaneros solitarios. Por otra parte, es también un imperativo. Una de las preguntas que Jesús nos hará es no solo “¿cómo lo hiciste?”, sino también “¿a quiénes trajiste contigo?”
Ninguno de nosotros por sí solo puede hacerlo todo. San Pablo dijo que la Iglesia es como un cuerpo: Tiene órganos diferentes, y cada órgano tiene una función diferente. Una orquesta también es así, y también lo es un equipo de futbol — ninguna persona puede tocar todos los instrumentos o jugar en todas las posiciones.
Puede utilizar cualquier otra analogía que sea mejor para usted — cuerpo, orquesta, equipo o algo más — cada uno de nosotros necesita hacerse estas preguntas acerca de nuestra vida.
¿Cuál es mi equipo?
Primera y principalmente es mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo. No podemos hacer la diferencia para cada situación en este mundo. ¡Por supuesto no podemos ignorar al resto del mundo! Necesitamos elevar nuestros ojos para ver lo que sucede a nuestro alrededor, pero el primer y más importante lugar donde estamos llamados a hacer una diferencia es en nuestro propio equipo: Dios nos llama a dedicar la mayor parte de nuestro tiempo y energía en las personas y situaciones que tenemos frente a nosotros mismos.
¿Cuál es mi papel?
Como santa Mónica y san Ambrosio, tenemos diferentes papeles que jugar para atraer las personas a la conversión. La efectividad del Cuerpo de Cristo en alcanzarlos requiere que cada uno de nosotros cumpla su papel y ayude a otros a cumplir el suyo. Como hemos visto recientemente, cuando una parte del Cuerpo falla en su misión, el resto del Cuerpo paga también el precio.
Hoy en día hay muchos San Agustines por convertir en el mundo. Así como celebramos esta semana las festividades de santa Mónica y san Agustín, pensemos profundamente acerca de cómo podemos alcanzarlos con las buenas nuevas de Jesucristo.