FRENTE A LA CRUZ | En la fe, entregamos a Jesús los altos y los bajos momentos de nuestras vidas
La Semana Santa nos muestra que nuestros mayores altibajos encuentran su más profundo significado en Jesús
Una pareja que después de 20 o más años de matrimonio renueva sus votos matrimoniales conoce profunda y concretamente lo que significa “en las buenas, en las malas.” Ellos no hicieron los votos originalmente, y tampoco lo hacen ahora, para encontrar el equilibrio correcto entre los buenos y los malos momentos. Ellos dijeron “sí” a todo — y lo vuelven a decir. Mirando hacia el pasado y hacia el futuro, ven más claramente que nunca antes la necesidad de pedir la ayuda de Dios en todo.
De la misma manera, cuando una pareja trae su niño para que sea bautizado, el sacerdote les dice que tienen la tarea de educar al niño en la fe, y les pregunta: “¿Entienden claramente lo que están emprendiendo?” A los que ya tienen tiempo siendo padres se les perdona si se ríen un poco cuando los padres primerizos dicen: “Si, lo entendemos.” Ellos no saben, con certeza, todas las alegrías, los retos y las angustias que les esperan. Sin embargo, nuevamente, ellos no se comprometen para encontrar el equilibrio adecuado. Ellos le dicen “sí” a todo, y piden ayuda a Dios en todo.
Así también, cuando Jesús se hizo carne, Él no tuvo como objetivo encontrar el equilibrio entre los altos y bajos momentos de la vida humana. La Semana Santa nos muestra, con absoluta claridad, que Él lo asumió todo. Judas lo traicionó, Pedro lo negó, nuestros pecados lo crucificaron; no hay nada más bajo que eso. Sin embargo, Él triunfó sobre cada momento oscuro, y resucitó de entre los muertos; no hay nada más alto que eso.
Esta es una lección importante para nosotros a medida que entramos a la Semana Santa. La Semana Santa nos muestra, con especial claridad, que la fe no nos pide que llevemos un rumbo intermedio en los altibajos de la vida. No estamos tratando de encontrar el equilibrio correcto entre lo terrible del Viernes Santo y la alegría y el alivio del Domingo de Resurrección, o entre el temor más profundo y la mayor alegría de nuestras propias vidas. Mas bien, la fe nos invita a llevar todos nuestros altibajos a Jesús porque Él los abrazó todos, y nos abraza a nosotros en el medio de todos ellos.
¿Qué experimentarán los visitantes cuando se unan a nosotros para el Domingo de Pascua? (Ellos vendrán, con seguridad, ¡muchos de ellos! y le damos gracias a Dios por eso) ¿Encontrarán una comunidad que los ayuda a llevar sus altibajos a Jesús? ¿O encontrarán una comunidad que intente dirigir un rumbo intermedio, evitando los altos y los bajos, y que simplemente adorne el camino del medio con flores bonitas?
San Pablo miró su vida y vio su momento más bajo, su persecución a la Iglesia, y el más alto, el ser escogido por Cristo. Yo miro hacia atrás, a mis 35 años como obispo, y veo los picos y los valles que trajeron lágrimas de tristeza y lágrimas de alegría. Cada uno de nosotros puede mirar su vida y ver momentos de profunda angustia y momentos de extraordinaria alegría. La Semana Santa nos invita a llevarlos todos a Jesús.
La Semana Santa no se trata de encontrar el equilibrio correcto entre el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección. Se trata de experimentar todos los altibajos de la vida de Jesús: se trata de llevar los altibajos de nuestras vidas ante Él; se trata de invitar a nuestros visitantes a hacer lo mismo. Esta semana nos muestra, más que nada, que nuestros altibajos encuentran su más profundo significado en Jesús.
Feliz Semana Santa.