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FRENTE A LA CRUZ | El lenguaje de la misa hace eco de la descripción de la misión de los laicos

El sacerdocio ministerial y el sacerdocio bautismal deben trabajar conjuntamente como trabajadores en la cosecha

Cuando Jesús envió a los 72 discípulos, les dijo: “La cosecha es abundante pero los trabajadores pocos; así que pidan al dueño de la cosecha que envíe más trabajadores a la cosecha.” (Lucas 10:2)

Usualmente interpretamos el texto en términos de pedirle a Dios que envíe un número suficiente de sacerdotes ordenados. Eso es muy bueno, ya que ciertamente se necesitan sacerdotes ordenados. Sin embargo, es necesario llamar al sacerdocio bautismal para que también ayude en la cosecha. ¿Qué es el sacerdocio bautismal (también conocido como el sacerdocio de todos los creyentes o sacerdocio de los fieles), y cómo lo ejercen los laicos?

Muchos piensan primero en los ministerios en los que los laicos participan durante la misa, tales como cantor, lector, ministros extraordinarios y más. Todos estos papeles en la misa son una gran bendición, tanto para las personas como para la Iglesia. Sin embargo, eso no debería ser lo primero que viene a nuestras mentes.

Por favor no me malinterpreten — Estoy muy contento de que los laicos estén involucrados en los ministerios de la Iglesia, pero la forma principal en la que los laicos son llamados a ejercitar su sacerdocio bautismal es llevar a Cristo a su hogar, trabajo, vecindario, amistades y a la plaza pública. Un devoto oficial de la policía, banquero, cajero o plomero que lleva a Cristo a su trabajo diario, y padres generosos, atentos que llevan a Cristo a la rutina de su vida familiar están ejerciendo su sacerdocio bautismal tanto como lo hace un ministro de la liturgia o un empleado de la Iglesia. De hecho, los ministerios litúrgicos se refieren a afinar la capacidad de una persona para llevar a Cristo al mundo: para un cantor es entonar alabanzas a Dios en todo lo que hace, para un lector es llevar la Palabra de Dios en sus conversaciones diarias, para un ministro de hospitalidad es darle la bienvenida a Cristo en el vecindario o a los extraños durante toda la semana.

Al describir la misión de los laicos, el Catecismo de la Iglesia Católica utiliza deliberadamente el lenguaje sacerdotal:

“Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo. Así, en la celebración de la Eucaristía, los ofrecen con toda piedad a Dios Padre uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que llevan una conducta santa en todas partes, consagran el mundo mismo a Dios.” (CCC 901)

El Catecismo establece que los laicos “consagran el mundo a Dios” — un eco deliberado de la consagración del pan y vino llevada a cabo por un sacerdote ordenado. También establece que la vida entera de los laicos se presenta ante el Señor y se ofrece como “un sacrificio aceptable a Dios a través de Jesucristo” — otro eco deliberado del lenguaje de la Eucaristía.

El sacerdote ordenado y el sacerdote bautismal están destinados a trabajar en conjunto. Ambos son necesarios, y la situación de la Iglesia del día de hoy llama a una coordinación más deliberada de sus actividades y dones. Juntos, pidámosle al señor de la cosecha que nos mande como trabajadores a la cosecha — a cada uno a su manera.