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FRENTE A LA CRUZ | Al prepararnos para Pentecostés, aumentemos nuestra receptividad al Espíritu Santo

La receptividad al Espíritu Santo consiste en la capacidad que Dios nos da y en nuestra disposición para recibir sus dones

Mientras nos preparamos para Pentecostés, hablemos acerca de nuestra receptividad al Espíritu Santo.

En su “Tratado sobre el Espíritu Santo”, San Basilio (330-379 a.C.) escribió que el Espíritu Santo se da a Sí mismo solamente a aquellos que son dignos, y actúa en cada uno de acuerdo con la medida de su fe.

En su “Tratado sobre la Trinidad”, Santa Hilaria (310-367 a.C.) escribió que los dones del Espíritu Santo están disponibles en cualquier parte, pero se le dan a cada persona de acuerdo con su disposición para recibirlos.”

Estos doctores de la Iglesia plantearon dos interrogantes para ayudarnos a pensar acerca de nuestra receptividad al Espíritu Santo. ¿Cuál es nuestra capacidad para recibirlo y cuál es nuestra disposición para recibirlo?

Nuestra capacidad varía. Nuestros dones naturales no son los mismos. Algunas personas son más altas, otras son más atléticas. Algunas son más inteligentes, otras más sensibles a los sentimientos de los demás, y así sucesivamente. Ninguna de nuestras habilidades naturales nos hace más o menos humanos, más o menos merecedores de respeto o hijos de Dios en mayor o menor grado.

Lo mismo es cierto acerca de nuestra receptividad al Espíritu Santo. Todos somos capaces de recibir al Espíritu Santo de alguna manera. Sin embargo, los dones del Espíritu nos son dados en mayor o menor grado, al igual que los dones naturales. Y los dones sobrenaturales de Dios, no nos son dados de acuerdo con medidas naturales. ¡Solo porque una persona sea inteligente, alta o atlética no quiere decir que por eso tendrá una mayor medida del Espíritu Santo! Sencillamente, la madre Teresa no era la persona más santa porque era la mejor atleta o la teóloga más inteligente.

En cualquier medida en la que Dios nos dé sus dones, somos llamados a desarrollarlos hasta su máxima expresión. Si Dios nos da la capacidad de una taza de café, somos llamados a llenarla por completo. Si Dios nos da la capacidad de un galón o de una piscina, igualmente somos llamados a llenarla. Cada recipiente está llamado a llenarse en un 100% con el amor y la gracia de Dios, lo que no significa que todos los recipientes tienen la misma capacidad.

Jesús nos ama, sin importar cual sea nuestra capacidad. De esta manera, compararnos con otras personas con respecto a nuestra receptividad al Espíritu Santo es una distracción. Somos llamados a desarrollar los dones que hemos recibido. Compararlos con los dones de los demás no nos ayuda a desarrollar los nuestros.

La disposición es también parte de nuestra receptividad al Espíritu Santo. Parte de la ecuación es la capacidad que Dios nos da, eso está fuera de nuestro control; pero la otra parte de la ecuación es nuestra disposición para recibir, ¡y esa si está dentro de nuestro control!

Alguien con grandes talentos naturales puede ser perezoso y no desarrollar sus dones. Otras personas con habilidades modestas pueden trabajar con mucho empeño para desarrollar sus dones. De la misma manera, podemos prepararnos o no para trabajar con los dones que Él nos da. Esta semana vale la pena pensar acerca de lo que podemos hacer de nuestra parte.

Cuando los atletas se preparan para un evento, lo hacen con una preparación deliberada: por ejemplo, hacer estiramientos o calentamientos y escuchar música para mantener su concentración. Hay otras cosas que evitan, tales como las comidas ricas en grasas. Un atleta, un estudiante, un músico, o un anfitrión que no hace nada para prepararse no tiene un buen desempeño — no porque carezca de talento sino más bien por falta de disposición.

Lo mismo es cierto en el plano espiritual.

Así, al preparamos para celebrar Pentecostés, ¿cuáles cosas estamos haciendo y cuáles evitando con la finalidad de aumentar nuestra receptividad a los dones que el Espíritu Santo quiere darnos? Lo que Dios quiere darnos depende de Él, estar listos para recibirlo depende de nosotros.